Voces a favor y en contra de la reforma a la salud en Colombia
Mientras unos aplauden los anuncios de Santos, otros dicen que hacerlos realidad es difícil.
Hace unos días el presidente Juan Manuel Santos fijó la nueva hoja de ruta para el sistema de salud. Las bondades del ambicioso plan, que busca garantizarle a la gente el derecho a la salud, recibieron un aplauso general.
Sin embargo, algunos críticos consideran que una cosa es la voluntad política del Presidente y otra, las reales posibilidades de llevarla a la práctica.
"Dicen que van a cambiar todo sin cambiar nada. La esencia del sistema, que es la Ley 100, sigue intacta -asegura la ex senadora Cecilia López-. Además, no nos han mostrado las cifras sobre las que se sustentan esos anuncios que prometen milagros".
Alejandro Gaviria, decano de Economía de los Andes, coincide con esa posición y aunque opina que lo planteado por Santos "tiene un significado simbólico importante, deja dudas sobre los límites que tendrá el ejercicio del derecho a la salud".
El ministro de la Protección Social, Mauricio Santa María, afirmó que se hicieron estudios que han mostrado la factibilidad de la propuesta, y confirmó que ya se tienen listos casi 3 billones de pesos de recursos nuevos para equiparar los planes de beneficios.
Negó que la idea sea dar todo sin límites. "Toda enfermedad se tratará de forma suficiente a través de un plan de beneficios costo efectivo, sin afectar el bienestar de los pacientes. Tendrá un techo, pero determinado por la autonomía de cada médico tratante", aseguró.
Para llevar a la práctica estas medidas se recurriría a la vía administrativa; a la reglamentación de la Ley 1438, que reformó el sistema; al trámite de leyes y, de ser necesario, a las facultades extraordinarias del Presidente para reformar el Estado.
Estas son las opiniones de expertos sobre los puntos claves de la propuesta.
1. Sin intermediación laboral
La idea es eliminar todo mecanismo de intermediación laboral para los profesionales de la salud que trabajen con el sistema, y vincularlos en los términos que la ley define. Sin embargo, algunos ponen en duda la capacidad del Gobierno para eliminar a las cooperativas de trabajo asociado.
Sergio Isaza, presidente de la Federación Médica, dice que la propuesta es necesaria, "pero el Ministerio no ha hecho los anuncios correspondientes" y resulta "imperativo que la educación continua de los profesionales de la salud también esté a cargo del sistema".
2. Ninguna enfermedad será excluida
Según lo enunciado, el sistema de salud les garantizará a los colombianos la atención integral y oportuna de sus enfermedades, y ninguna será excluida. Algunos consideran que esto puede interpretarse como "la prestación sin límites" de servicios.
"Si bien la salud es un derecho, no se ha dicho cuáles son sus límites. ¿Cuáles son las fuentes de financiamiento para garantizarles a todos lo que necesitan? No se ve que haya recursos nuevos, y para homologar los planes de beneficios se necesitarían entre 3 y 4 billones de pesos", asegura Alejandro Gaviria.
Ante la crítica de que la autonomía de los médicos puede disparar los costos, Rodrigo Córdoba, presidente de Sociedades Científicas, señala: "Nuestro compromiso es autorregularnos para que el sistema funcione. Haremos lo que sea necesario para garantizar el derecho a la salud de la gente, de manera responsable".
El ex magistrado Alfredo Beltrán sostiene que "si este país adopta como fórmula la esencia del Estado social de derecho, el presupuesto debe adecuarse para que se satisfagan necesidades sociales, como la salud".
3. La salud no es un negocio
El propósito es que los rendimientos del sistema de salud se cuantifiquen en términos sociales y no económicos. De acuerdo con los críticos, puesto de este modo querría decir que, en adelante, los intermediarios no obtendrían ganancias, lo que contraviene las reglas de juego del mismo sistema. Fue la Ley 100, dicen, la que permitió que la salud se convirtiera en un negocio, y no se ha planteado acabar con ella.
Rodrigo Córdoba insiste en que hay voluntad política del Presidente y de los médicos para construir un sistema digno, pero preocupa que en el proceso imperen intereses distintos de los de la salud de la gente.
4. Se fortalecerá la red hospitalaria pública
Santos prometió tomar medidas para evitar su colapso y dijo que no permitirá el cierre de más instituciones. Juan Carlos Giraldo, director ejecutivo de la Asociación Colombiana de Hospitales y Clínicas, calificó de positivos los anuncios y celebró el hecho de que ya se haya hablado de algunos desarrollos. Pero considera que hay una tarea inaplazable: "Conjurar la inmensa crisis de liquidez que sufre el sector hospitalario público y privado, antes de que colapse". De acuerdo con el ministro Santa María, ya hay un plan para salvar hospitales, que tiene recursos nuevos. "El objetivo no es cerrar, pero sí exigir eficiencia y calidad", dice.
5. Se redefinirá el papel de las EPS
De acuerdo con la propuesta, solo quedarán las EPS que se adapten a los principios enunciados.
Expertos consideran que se trata de una tarea difícil, pues muchas de estas entidades están enquistadas en el Gobierno y no es sencillo tocarlas. "Aunque queden pocas, el sistema no cambiará y seguirá habiendo intermediación; además, se generará un monopolio muy peligroso", asegura López.
El Ministro afirma que se redefinirá el papel de estas empresas, con criterios de habilitación rigurosos, "las pocas que queden -insiste- deberán cumplir con exigencias centradas en el bienestar de los pacientes".
EL TIEMPO - REDACCIÓN SALUD
domingo, 21 de agosto de 2011
EL DESPLOME DE LA URSS, 20 AÑOS DESPUES
El historiador Juan C. Flórez explica cómo Gorbachov terminó en sepulturero de esta potencia.
Pocas veces un sistema es destruido solamente por fuerzas externas. A lo largo de las últimas décadas, algunos han especulado que la desaparición de la Unión Soviética se debió a la carrera armamentista que sostenían los gobiernos de Moscú y de Washington. Sin duda que los enormes gastos militares se convirtieron en un pesado lastre para la estancada economía soviética, al igual que lo es hoy el gasto militar para la economía en declive de los Estados Unidos. Sin embargo, es necesario señalar que los principales procesos que condujeron a la desaparición del régimen soviético fueron internos. Y vale la pena reseñar algunos de ellos, pues tal vez no solo tengan utilidad para comprender la caída del sistema soviético, sino que de pronto puedan servir para comprender porque una élite puede perder de manera vertiginosa el poder ejercido durante décadas.
La Unión Soviética implosionó como resultado de una triple crisis, la de su economía, la de su régimen político y la de su imperio multinacional. El sistema económico, centrado en gigantescos e improductivos proyectos, desconectados de la investigación científica y de la adopción rápida de innovaciones tecnológicas, había perdido la capacidad de autoreformarse. Dicho sistema no respondía de manera eficaz a las crecientes y cada vez más diversas demandas del consumo urbano. A su vez, no podía asegurar, a la mayoría, las promesas de bienestar con las que el régimen había reencauchado su legitimidad en los años 60 del siglo XX.
El régimen político soviético había sido creado cuando el grueso de la población era campesina. En aquel entonces, las élites revolucionarias impusieron su férreo control del estado y coparon todos los espacios políticos. En los años 70 y 80, la opinión pública urbana no tuvo canales legales para la expresión de la diversidad de intereses, en un imperio compuesto por decenas de nacionalidades. La dictadura comunista era considerada ilegitima por muchas de las naciones y pueblos que conformaban la URSS. Al tiempo, la generación más educada de toda la historia de la Unión Soviética, era controlada por un grupúsculo de decrépitos ancianos, cuyos méritos y legitimidad para gobernar se redujo dramáticamente, ya que la experiencia para gobernar una nación de campesinos, se volvió obsoleta para dirigir un país con una creciente clase media.
Los detonantes
Hacia el final del siglo XX crecieron las tensiones con las naciones del Báltico, Estonia, Letonia y Lituania, las musulmanas del Asia Central o los cristianos del Cáucaso como los armenios y los georgianos. El soft power de Moscú, su capacidad para seducir a los pueblos con más autoconciencia nacional era prácticamente inexistente. Muchas de las élites en las naciones del imperio poseedoras de alguna riqueza, educación o situación estratégica como en el Báltico, petróleo como en Kazajistán o Azerbaiyán, antiguas tradiciones culturales como en Armenia o Georgia, empezaron a considerar un mejor negocio la independencia de la URSS que su sometimiento a las élites de Moscú.
Todas estas tensiones se agravaron por la precariedad de la preparación de la élite gobernante. La desastrosa invasión a Afganistán demostró que la URSS seguía apelando a exportar su poder a través de tanques y no mediante el intercambio comercial, la transferencia de tecnología o el soft power de la cultura.
Dentro del imperio, sus dirigentes ya no apelaban ni a la cooptación de los inconformes ni al reformismo. Años de dictadura habían dejado a la élite sin el más mínimo entrenamiento para el debate político. La existencia de un partido único, que llevaba años sin autoreformarse, privó a la clase dirigente de experiencias y mecanismos para comprender a las corrientes de opinión, de capacidad para seducir a una parte de ella y, también para maniobrar frente a los opositores.
Falta de preparación
Gorbachov fue producto de esa élite. Su preparación para gobernar en una sociedad más abierta era nula y por eso resultó tan fácilmente barrido por los acontecimientos. De presunto gran líder reformista, Gorbachov terminó convertido en sepulturero del imperio soviético. Impopular en su propio país, pero muy admirado en occidente, Gorbachov nos recuerda que en el arte de gobernar en tiempo de crisis, las buenas intenciones, desprovistas de un sólido respaldo político, son el camino directo al infierno.
El presente
Nostalgia soviética en la era Putin
La añoranza por el imperio perdido reina en la sociedad y la política de la Rusia de Putin. Se ve en detalles como el hecho de haber instaurado de nuevo el himno soviético, suprimido tras la caída del comunismo, y que alcanzó su punto máximo con la "lucha contra la tergiversación de la historia". Esa campaña, proclamada por el presidente Dmitri Medvédev, iba dirigida contra los antiguos aliados del bloque soviético que osaron comparar las barbaridades del estalinismo con los crímenes de la Alemania nazi.
Así, los movimientos juveniles oficialistas están haciendo campaña contra esos 'denigradores de la historia' y hoy día se pueden ver enormes murales recién restaurados del metro de Moscú con la imagen de Stalin. En la televisión, radio y discotecas se están imponiendo los 'éxitos de ayer' y las siglas CCCP (URSS) están apareciendo de nuevo en las camisetas, que, junto a los carteles de la propaganda soviética y afiches del 'Che' Guevara, compiten con la publicidad de Gucci.
Testimonios y contrastes actuales
Tributo al pueblo y a Yeltsin
"El pueblo jugó un papel decisivo y Yeltsin también. Lo importante era evitar un derramamiento de sangre. Podía estallar una guerra civil. Éramos una potencia con armas nucleares", dijo Mijaíl Gorbachov, en rueda de prensa esta semana, explicando su papel. Señaló, además, que Rusia, dos décadas después, parece estar viviendo un fuerte retroceso.
Putin y el fin de la URSS
"La desintegración de la URSS fue una de las mayores catástrofes geopolíticas del siglo XX", declaró hace unos años Vladimir Putin, cuando era Presidente de Rusia (2000-2008). El miércoles, Gorbachov arremetió contra Putin, ahora Primer Ministro, y lo acusó de estar "impidiendo que Rusia avance por el camino de una democracia moderna" y de despilfarrar "el beneficio obtenido gracias a los altos precios del petróleo".
País de multimillonarios
Según la revista 'Forbes', hay más multimillonarios en Rusia que en cualquier otra parte del mundo y Moscú ya desplazó a Nueva York como la ciudad con mayor número de multimillonarios: 79 contra 58, respectivamente. En contraste, el 16 por ciento de la gente de Rusia (22 millones de personas) vive hoy en situación de pobreza.
Poca educación y salud
El promedio de educación de los rusos es de 8,8 años de estudios (cuando deberían ser 14,1). Solo el 31,9 por ciento de la población tiene acceso libre a internet. La tasa de mortalidad materna es del 39 por cada 100.000 habitantes y de niños menores de cinco años por cada 1.000 nacidos vivos es de 13. Su esperanza de vida es de 67 años.
JUAN CARLOS FLÓREZ
HISTORIADOR Y POLÍTICO
Pocas veces un sistema es destruido solamente por fuerzas externas. A lo largo de las últimas décadas, algunos han especulado que la desaparición de la Unión Soviética se debió a la carrera armamentista que sostenían los gobiernos de Moscú y de Washington. Sin duda que los enormes gastos militares se convirtieron en un pesado lastre para la estancada economía soviética, al igual que lo es hoy el gasto militar para la economía en declive de los Estados Unidos. Sin embargo, es necesario señalar que los principales procesos que condujeron a la desaparición del régimen soviético fueron internos. Y vale la pena reseñar algunos de ellos, pues tal vez no solo tengan utilidad para comprender la caída del sistema soviético, sino que de pronto puedan servir para comprender porque una élite puede perder de manera vertiginosa el poder ejercido durante décadas.
La Unión Soviética implosionó como resultado de una triple crisis, la de su economía, la de su régimen político y la de su imperio multinacional. El sistema económico, centrado en gigantescos e improductivos proyectos, desconectados de la investigación científica y de la adopción rápida de innovaciones tecnológicas, había perdido la capacidad de autoreformarse. Dicho sistema no respondía de manera eficaz a las crecientes y cada vez más diversas demandas del consumo urbano. A su vez, no podía asegurar, a la mayoría, las promesas de bienestar con las que el régimen había reencauchado su legitimidad en los años 60 del siglo XX.
El régimen político soviético había sido creado cuando el grueso de la población era campesina. En aquel entonces, las élites revolucionarias impusieron su férreo control del estado y coparon todos los espacios políticos. En los años 70 y 80, la opinión pública urbana no tuvo canales legales para la expresión de la diversidad de intereses, en un imperio compuesto por decenas de nacionalidades. La dictadura comunista era considerada ilegitima por muchas de las naciones y pueblos que conformaban la URSS. Al tiempo, la generación más educada de toda la historia de la Unión Soviética, era controlada por un grupúsculo de decrépitos ancianos, cuyos méritos y legitimidad para gobernar se redujo dramáticamente, ya que la experiencia para gobernar una nación de campesinos, se volvió obsoleta para dirigir un país con una creciente clase media.
Los detonantes
Hacia el final del siglo XX crecieron las tensiones con las naciones del Báltico, Estonia, Letonia y Lituania, las musulmanas del Asia Central o los cristianos del Cáucaso como los armenios y los georgianos. El soft power de Moscú, su capacidad para seducir a los pueblos con más autoconciencia nacional era prácticamente inexistente. Muchas de las élites en las naciones del imperio poseedoras de alguna riqueza, educación o situación estratégica como en el Báltico, petróleo como en Kazajistán o Azerbaiyán, antiguas tradiciones culturales como en Armenia o Georgia, empezaron a considerar un mejor negocio la independencia de la URSS que su sometimiento a las élites de Moscú.
Todas estas tensiones se agravaron por la precariedad de la preparación de la élite gobernante. La desastrosa invasión a Afganistán demostró que la URSS seguía apelando a exportar su poder a través de tanques y no mediante el intercambio comercial, la transferencia de tecnología o el soft power de la cultura.
Dentro del imperio, sus dirigentes ya no apelaban ni a la cooptación de los inconformes ni al reformismo. Años de dictadura habían dejado a la élite sin el más mínimo entrenamiento para el debate político. La existencia de un partido único, que llevaba años sin autoreformarse, privó a la clase dirigente de experiencias y mecanismos para comprender a las corrientes de opinión, de capacidad para seducir a una parte de ella y, también para maniobrar frente a los opositores.
Falta de preparación
Gorbachov fue producto de esa élite. Su preparación para gobernar en una sociedad más abierta era nula y por eso resultó tan fácilmente barrido por los acontecimientos. De presunto gran líder reformista, Gorbachov terminó convertido en sepulturero del imperio soviético. Impopular en su propio país, pero muy admirado en occidente, Gorbachov nos recuerda que en el arte de gobernar en tiempo de crisis, las buenas intenciones, desprovistas de un sólido respaldo político, son el camino directo al infierno.
El presente
Nostalgia soviética en la era Putin
La añoranza por el imperio perdido reina en la sociedad y la política de la Rusia de Putin. Se ve en detalles como el hecho de haber instaurado de nuevo el himno soviético, suprimido tras la caída del comunismo, y que alcanzó su punto máximo con la "lucha contra la tergiversación de la historia". Esa campaña, proclamada por el presidente Dmitri Medvédev, iba dirigida contra los antiguos aliados del bloque soviético que osaron comparar las barbaridades del estalinismo con los crímenes de la Alemania nazi.
Así, los movimientos juveniles oficialistas están haciendo campaña contra esos 'denigradores de la historia' y hoy día se pueden ver enormes murales recién restaurados del metro de Moscú con la imagen de Stalin. En la televisión, radio y discotecas se están imponiendo los 'éxitos de ayer' y las siglas CCCP (URSS) están apareciendo de nuevo en las camisetas, que, junto a los carteles de la propaganda soviética y afiches del 'Che' Guevara, compiten con la publicidad de Gucci.
Testimonios y contrastes actuales
Tributo al pueblo y a Yeltsin
"El pueblo jugó un papel decisivo y Yeltsin también. Lo importante era evitar un derramamiento de sangre. Podía estallar una guerra civil. Éramos una potencia con armas nucleares", dijo Mijaíl Gorbachov, en rueda de prensa esta semana, explicando su papel. Señaló, además, que Rusia, dos décadas después, parece estar viviendo un fuerte retroceso.
Putin y el fin de la URSS
"La desintegración de la URSS fue una de las mayores catástrofes geopolíticas del siglo XX", declaró hace unos años Vladimir Putin, cuando era Presidente de Rusia (2000-2008). El miércoles, Gorbachov arremetió contra Putin, ahora Primer Ministro, y lo acusó de estar "impidiendo que Rusia avance por el camino de una democracia moderna" y de despilfarrar "el beneficio obtenido gracias a los altos precios del petróleo".
País de multimillonarios
Según la revista 'Forbes', hay más multimillonarios en Rusia que en cualquier otra parte del mundo y Moscú ya desplazó a Nueva York como la ciudad con mayor número de multimillonarios: 79 contra 58, respectivamente. En contraste, el 16 por ciento de la gente de Rusia (22 millones de personas) vive hoy en situación de pobreza.
Poca educación y salud
El promedio de educación de los rusos es de 8,8 años de estudios (cuando deberían ser 14,1). Solo el 31,9 por ciento de la población tiene acceso libre a internet. La tasa de mortalidad materna es del 39 por cada 100.000 habitantes y de niños menores de cinco años por cada 1.000 nacidos vivos es de 13. Su esperanza de vida es de 67 años.
JUAN CARLOS FLÓREZ
HISTORIADOR Y POLÍTICO
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